lunes, 14 de abril de 2008

ENSAYO: LA MÚSICA COMO ARTE

Según el diccionario, el arte es la “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Así pues, la música sería la expresión sonora de esta actividad. Sin embargo, a mi parecer, tanto el arte como la música tienen un significado mucho mas amplio, e implican otros elementos además de la expresión y la interpretación.

Todos somos capaces de hacer un dibujo, de escribir, de improvisar una melodía, pero eso no nos convierte en artistas. El arte tiene un contenido estético implícito, un despliegue de imaginación, una búsqueda de la belleza, de la expresión del espíritu, que no cualquiera puede alcanzar. El arte puede estimular nuestro intelecto, pero no esta hecho para esto, el arte esta hecho para estimular el espíritu, es el lenguaje de las emociones; el arte es la materialización en colores, en formas, en sonidos, en letras, en movimientos, de aquellas cosas que no se pueden expresar ni racionalizar, es un diálogo entre espíritus: nace del espíritu creador para despertar sensaciones en el nuestro.

La música como arte, contiene todos estos elementos, es un lenguaje abstracto que transmite emociones, sensaciones, que estimula la imaginación tanto del creador, como del intérprete, cómo del público. Los textos de Aaron Copland me hicieron reflexionar sobre algo a lo que no había prestado mucha atención anteriormente, y es la inmensa importancia de la imaginación en todo el proceso musical, y el como la constante intervención de la imaginación en dicho proceso, lo convierte en algo demasiado humano.

Partimos de la imaginación del compositor, de ese momento de inspiración en el que logra imaginar las sonoridades que quiere expresar; luego viene la imaginación del intérprete, que debe “jugar” con lo que le da el compositor, imaginar que buscaba transmitir el autor y a la vez imaginar que quiere transmitir él mismo, buscar el sonido, los colores, los matices que le den belleza y claridad al mensaje que esta escrito en la partitura, materializar lo que el compositor imaginó. Y finalmente, encontramos la imaginación del oyente, quien debe estar abierto a las sensaciones que la música transmite, y dejar libre su imaginación para descubrir la riqueza que hay en ella. Así, sumando al compositor, a los intérpretes, al director (que es otro tipo de intérprete, a mi parecer) y al público; la música se convierte en la unión de muchas imaginaciones, de muchas sensaciones, que logran que cada interpretación sea única.

Finalmente, para mi, como intérprete, este planteamiento de la necesidad de la imaginación, implica una gran responsabilidad, un compromiso con el quehacer musical, ya que no se trata solo de leer las notas que están escritas y de seguir las indicaciones de dinámicas y articulaciones que nos da el compositor; no basta con “leer” lo que está escrito, hay que apropiarse de ello, meterse dentro de la obra, jugar con la imaginación para buscar que se quiere transmitir en cada nota, en cada frase; tener en la mente una idea clara de la imagen sonora que quiero proyectar, para que esta sea clara, inolvidable, para que ella logre transmitir lo que el compositor escribió, lo que yo quiero decir, y logre despertar algo en el interior del oyente.

EL ESPÍRITU CREADOR Y EL ESPÍRITU INTERPRETATIVO